Los
problemas que había en la iglesia en Corinto, afectaban
también al desarrollo de las reuniones públicas de la
congregación, cuando -como dice el apóstol- "se reunían".
Aquellas reuniones de iglesia servía, a algunos en la
congregación para la práctica abusiva de los dones,
especialmente de los más llamativos, como podría ser el de
lenguas. Tal vez el desorden llegara incluso a la
intervención pública de varios hermanos simultáneamente. Esa
actuación acarreaba un desprestigio notorio para quienes
venían al culto, pero que no eran cristianos. De igual modo
los profetas, podrían estar participando en un número muy
grande en cada reunión y, tal vez, estaban usando el don
para interrumpirse unos a otros con el pretexto de haber
recibido una revelación de Dios, que debía ser comunicada
sin dilación a la iglesia. Frente a esta situación Pablo,
con su autoridad apostólica, regula el uso de los dones en
el culto público, estableciendo en modo y el número de
participaciones en cada reunión, tanto para el de lenguas (vv.27-28),
como para el de profecía (vv.29-32). Otro problema tenía que
ver con la participación femenina en las reuniones de la
iglesia. Algunas hermanas oraban y profetizaban sin
cubrirse, asunto que el apóstol abordó antes (c.11), otras
incurrían en la irregularidad de participar en el culto
público en la enseñanza, e incluso tal vez interrumpían en
las reuniones preguntando cosas al predicador. Todo ello
generaba un notable desorden en la congregación que debía
ser regulado, conformándose a lo prescrito en el pasaje (vv.33.35).
Finalmente, la condición arrogante de algunos en la iglesia,
podía llevarlos a desoír las enseñanzas y recomendaciones de
Pablo, por lo que les advierte que cuanto está escribiendo
tiene la autoridad del Señor y son como sus propios
mandamientos, que deben ser respetados y obedecidos (vv.36-39).
La última recomendación resume toda la enseñanza y establece
el modo en que debe conducirse y desarrollarse toda
actividad eclesial (v.40).
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