BOSQUEJO DEL ESTUDIO

 
1ª JUAN 3:1-24
VIDA EN COMUNIÓN Y AMOR
 

4. Características de la comunión (3:1-24)

4.1. En relación con la expectativa cristiana: Pureza (3:1-3)

4.2. En relación con la posición del cristiano: Justicia y Amor (3:4-18)

4.3. En relación con la oración del cristiano: Respuesta (3:19-24)

  

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A. INTRODUCCIÓN


El progreso de enseñanza sobre la Comunión y sus consecuencias, el apóstol Juan introduce la enseñanza del creyente como hijo de Dios y la práctica de vida en esa dimensión. El amor de Dios que ha provisto de salvación, lo ha hecho también de posición, confiriendo a cada cristiano la condición de ser hecho hijo de Dios  por fe en Cristo (Jn. 1 :12), con la referencia a ese amor y consecuencias introduce el párrafo que se considera (vv. 1-3). Seguidamente habla de la naturaleza del pecado, mediante una serie de contrastes entre el pecado y la ley, la razón de la primera venida de Cristo y las diferencias entre un creyente y un incrédulo (vv. 4-6). Los que son nacidos de Dios y, por tanto, hijos de Dios, deben experimentar una vida libre de injusticias, por cuanto han sido llamados a vivir justamente, y fueron liberados del poder del pecado, para la práctica cotidiana de la justicia y el amor (vv. 7-10). La señal evidente de la condición de hijos de Dios es la de una vida concordante con el carácter del Padre celestial, hasta el punto de que quien no exprese esa característica manifiesta que no ha nacido de nuevo y, por tanto, no es hijo de Dios.

El creyente ha llegado a ser hecho hijo de Dios por la adopción en Cristo. Esta condición demanda una vida concordante que ha de ser absolutamente distinta a la que corresponde al hombre natural no regenerado. Cada una de las características propias de la nueva naturaleza recibida en la regeneración debe ser manifiestamente visible a quienes observen la vida del creyente. Una de las nuevas formas de vida tiene que ver con el amor. La condición del cristiano es de obediencia, habiendo dejado la anterior como hijos de desobediencia (Ef. 2:2), en la práctica de las obras de la carne (Ef. 2:3). Esta obediencia vincula al creyente a la expresión del amor, no sólo por haberle sido comunicado por Dios mismo (Ro. 5:5) y capacitado para ello por la obra del Espíritu (Gá. 5:22), sino porque esa forma de vida le ha sido establecida como un mandamiento de Dios que debe ser obedecido (v. 11). Juan desarrolla la enseñanza sobre la práctica del amor, introduciendo primero el contraste con la acción de Caín contra su hermano (v. 12). Luego vincula la práctica del amor como evidencia del nuevo nacimiento (vv. 14-15). Con el ejemplo del amor de Cristo (v. 16), introduce la expresión visible de la realidad del amor fraterno, en las atenciones hacia los hermanos necesitados (vv. 16-17), para concluir el párrafo sobre el amor con la advertencia sobre la facilidad de un amor teórico y no real, expresado en palabras y no en obras (v. 18). En el segundo párrafo el escritor considera la vida cristiana en relación con las oraciones y la respuesta a ellas, condicionándolas a la realidad de una vida irreprensible -en  la medida humanamente posible- delante de Dios. Tal vida necesariamente ha de ir adornada de obediencia y amor (vv. 23-24).