El progreso de enseñanza sobre la Comunión y sus
consecuencias, el apóstol Juan introduce la enseñanza del
creyente como hijo de Dios y la práctica de vida en esa
dimensión. El amor de Dios que ha provisto de salvación,
lo ha hecho también de posición, confiriendo a cada
cristiano la condición de ser hecho hijo de Dios por fe
en Cristo (Jn. 1 :12), con la referencia a ese amor y
consecuencias introduce el párrafo que se considera (vv.
1-3). Seguidamente habla de la naturaleza del pecado,
mediante una serie de contrastes entre el pecado y la ley,
la razón de la primera venida de Cristo y las diferencias
entre un creyente y un incrédulo (vv. 4-6). Los que son
nacidos de Dios y, por tanto, hijos de Dios, deben
experimentar una vida libre de injusticias, por cuanto han
sido llamados a vivir justamente, y fueron liberados del
poder del pecado, para la práctica cotidiana de la
justicia y el amor (vv. 7-10). La señal evidente de la
condición de hijos de Dios es la de una vida concordante
con el carácter del Padre celestial, hasta el punto de que
quien no exprese esa característica manifiesta que no ha
nacido de nuevo y, por tanto, no es hijo de Dios.
El creyente ha llegado a ser hecho hijo de Dios por la
adopción en Cristo. Esta condición demanda una vida
concordante que ha de ser absolutamente distinta a la que
corresponde al hombre natural no regenerado. Cada una de
las características propias de la nueva naturaleza
recibida en la regeneración debe ser manifiestamente
visible a quienes observen la vida del creyente. Una de
las nuevas formas de vida tiene que ver con el amor. La
condición del cristiano es de obediencia, habiendo dejado
la anterior como hijos de desobediencia (Ef. 2:2), en la
práctica de las obras de la carne (Ef. 2:3). Esta
obediencia vincula al creyente a la expresión del amor, no
sólo por haberle sido comunicado por Dios mismo (Ro. 5:5)
y capacitado para ello por la obra del Espíritu (Gá.
5:22), sino porque esa forma de vida le ha sido
establecida como un mandamiento de Dios que debe ser
obedecido (v. 11). Juan desarrolla la enseñanza sobre la
práctica del amor, introduciendo primero el contraste con
la acción de Caín contra su hermano (v. 12). Luego vincula
la práctica del amor como evidencia del nuevo nacimiento (vv.
14-15). Con el ejemplo del amor de Cristo (v. 16),
introduce la expresión visible de la realidad del amor
fraterno, en las atenciones hacia los hermanos necesitados
(vv. 16-17), para concluir el párrafo sobre el amor con la
advertencia sobre la facilidad de un amor teórico y no
real, expresado en palabras y no en obras (v. 18). En el
segundo párrafo el escritor considera la vida cristiana en
relación con las oraciones y la respuesta a ellas,
condicionándolas a la realidad de una vida irreprensible
-en la medida humanamente posible- delante de Dios. Tal
vida necesariamente ha de ir adornada de obediencia y amor
(vv. 23-24).