Los falsos profetas o maestros, se habían infiltrado en
las iglesias y estaban procurando desviar la fe de los
creyentes hacia las mentiras de una falsa enseñanza.
Quienes actuaban de esa manera no lo estaban haciendo bajo
el impulso del Espíritu de Dios, sino del espíritu del
maligno. Juan procura que los creyentes que escuchen a los
predicadores, distingan inmediata e inequívocamente si su
enseñanza procede de la verdad y está siendo conducida por
el Espíritu o, por el contrario, es engañosa. El escritor
bíblico procura prevenir a sus lectores contra los falsos
profetas. Aunque anteriormente afirmó que los lectores
conocían la verdad (2:20-27), y que eran conducidos por el
Espíritu hacia ella (3:24), el peligro a que estaban
expuestos a causa de los falsos maestros que se
introducían entre ellos, exige que haga nuevas
advertencias a los lectores. El apóstol proporciona los
elementos para discernir dónde está el espíritu de verdad
y donde el de error (vv. 1-6). La comunión con Dios exige,
además de vigilancia sobre el error, la evidencia de esa
relación mediante la manifestación del amor entre
creyentes, para lo cual Juan recurre al ejemplo supremo
del amor de Dios (vv. 7-10). La realidad del amor de Dios
se manifiesta en la entrega de su Hijo unigénito en
beneficio del pecador (vv. 9-10). Este amor experimentado
por cada cristiano tiene que producir consecuencias en la
vida personal. La conclusión conque el apóstol inicia el
segundo párrafo del pasaje es la lógica natural de la
primera parte. Si Dios amó de una manera tan prodigiosa,
el que está en Dios y Dios en él, debe amar con la misma
calidad de amor, no sólo a Dios, sino también a su
prójimo, como objeto que es del amor divino (vv. 11-12).
La realidad de la comunión con Dios se manifiesta en el
don que dio de su Espíritu. La presencia divina conduce al
creyente a una confesión comprometida con la fe, que
expresa la aceptación de la deidad de Jesús como el Hijo
de Dios (vv. 14-15). Juan prosigue luego con el amor
actuante de Dios, que se perfecciona en el creyente,
primero en relación con la seguridad ante el juicio (v.
17), y después en cuanto a la ausencia del miedo (v. 18).
La anticipación divina en todo, se manifiesta también en
el amor. Dios amó antes de ser amado (v. 19). Finalmente,
la comunión y mutua inmanencia de Dios en el creyente y
del creyente en Dios, conduce inexcusablemente a la
realidad del amor hacia quienes son objeto del amor
divino, los creyentes. Quien no es capaz de amar a su
hermano, manifiesta la ausencia del amor de Dios en él (v.
20). Concluyendo con el recordatorio del mandato divino
sobre el amor (v. 21).
Siguiendo el bosquejo establecido y dentro del aspecto
general de la vigilancia en la comunión, está primero la
comunión y el discernimiento del amor (vv. 1-6).
Seguidamente aparece el tema de la comunión en la
manifestación del amor (vv. 7-21), dividido a su vez en la
evidencia de una verdadera profesión, que es el amor
fraternal (vv. 7-10); y la manifestación del amor (vv.
11-21). En esta última división se aprecia la dotación del
verdadero amor (vv. 11-16) y el amor perfeccionado (vv.
17-21).