La revelación que está recibiendo Juan, comienza por una
visión admirable de la gloriosa persona de Jesucristo. Es
un cuadro majestuoso del Señor, descorriendo el velo que lo
oculta físicamente a los ojos del creyente para darle una
panorámica sublime de la gloria del Resucitado. Quien ha
hecho visible a Dios entre los hombres (Jn. 1:17), sigue
ofreciendo la dimensión de la deidad por medio de la visión
dada a Juan. El Señor aparece vinculado a la deidad,
formando una unidad en el seno trinitario, en unión al
Padre y al Espíritu. Él es el Señor que tiene el nombre
de autoridad suprema y que rige la historia y el universo.
Este admirable Dios manifestado en carne que aparece rodeado
de gloria y poder, se presenta como el que va a intervenir
en el futuro del mundo de los hombres, en un tiempo conocido
como el Día del Señor.
En ese tiempo el Salvador actuará especialmente como
Juez. Daniel recibió la revelación de la actuación de
Dios en la historia humana como la intervención de uno como
Hijo de hombre, y Anciano de días. Esa misma revelación se
hace extensiva a Juan, identificados ambos en Jesucristo.
Los distintos aspectos de la persona, su rostro, manos y
pies, ofrecen la preparación para una visión sobre la
intervención judicial de Dios. Sin embargo, este admirable
Dios, dispuesto a juzgar al mundo por su pecado, se hace íntimo
para el creyente. Su mano redentora y poderosa descansa
sobre el cristiano en medio de las pruebas, como ocurrió
con Juan, para producir el aliento necesario y la ayuda en
la tribulación. Su mano sustenta la iglesia y el ministerio
de los creyentes, por tanto, la visión introductoria abre
un camino de aliento en medio de las circunstancias que
rodean el resto de la revelación.
El pasaje se divide muy sencillamente en cuatro partes,
dentro de la sección que comprende las
cosas que has visto (1:9-20). Primeramente se presentan
las circunstancias personales de Juan al recibir la visión
(vv. 9-11). Seguidamente se da el contenido general de la
visión (vv. 12-16). Y, por último, las consecuencias que
deben producir esa visión en la vida del cristiano (vv.
17-20).
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