Los escribas y fariseos habían establecido un sistema
religioso que basado en la Escritura, lo habían derivado
para satisfacer sus propios criterios y apetencias. El
sistema farisaico entraba en abierta confrontación con
la enseñanza de Jesús. El Señor amaba la Palabra,
respetaba la Palabra y se sujetaba a la Palabra. Por
esta razón no permitía que las enseñanzas de hombres se
les diese el valor de la Escritura. El sistema religioso
descansaba sobre dos grandes pilares. Por un lado la
Escritura, como revelación de Dios; por otro la
tradición, o enseñanza de los ancianos, a la que se le
atribuía la misma autoridad, cuando no más, que a la
Palabra. Los fariseos miraban mucho más a la tradición
interpretativa de sus maestros, que a la propia Palabra,
ajustando la enseñanza a la orientación tradicional
recibida. Este sistema procuró introducirse también en
la Iglesia cristiana primitiva, produciendo graves
dificultades en las comunidades cristianas nacientes,
dando origen al primer gran concilio de la Iglesia, en
Jerusalén (Hch. 15). Marcos relata una de las
discusiones públicas que, por esta razón, tuvo Jesús con
los fariseos. Los liberales, en su afán de desmitificar
el evangelio, afirman que el relato no es histórico y se
origina como consecuencia de las discusiones habidas en
el seno de la comunidad cristiana. Esta hipótesis, como
todas las suyas, no hace justicia a la unidad del relato
bíblico. Es evidente que lo que Marcos describe en la
primera parte del capítulo, es una de las
confrontaciones entre Jesús y los fariseos, siempre
dispuestos a buscar algo grave contra Jesús para poder
acusarle legalmente y condenarle a muerte. El rechazo
del Maestro y de su ministerio viene ya de mucho antes.
Las discusiones entre el grupo opositor y el Señor,
permite ya vislumbrar la Cruz, que tendría lugar un año
más tarde. El tiempo del ministerio en Galilea, puede
considerarse como terminado con esta confrontación. Las
discusiones con los escribas y fariseos marca gran parte
del ministerio de Cristo. Los religiosos no podían
admitir las posiciones de la enseñanza de Jesús, que
atacaba directamente el sistema establecido por ellos en
su propio beneficio personal. Los enseñadores de
entonces hacían mucho énfasis en el cumplimiento, no
sólo de la verdad revelada en la Palabra, sino de lo que
llamaban la tradición de los ancianos, que era todo un
sistema de prescripciones y ordenamientos para la vida
del pueblo. Algunos de estos mandamientos, no se
sostenían en la Escritura, e incluso eran contrarios a
ella. En otras ocasiones, las enseñanzas iban más allá
de lo dispuesto y establecido por Dios en su Ley, con lo
que el pueblo se cargaba con el pesado sistema religioso
que lo ahogaba espiritualmente. Tal era el modo de
evitar la ayuda a los padres necesitados mediante lo que
ellos llamaban Corbán. El Señor afrontó directamente
estos problemas por medio de Su enseñanza. Los rituales
del lavamiento de manos antes de las comidas, fueron
cuestionados y puestos en su lugar, como respuesta a la
acusación formulada por los escribas y fariseos contra
los discípulos. Aprovechando las ocasiones, como
consecuencia de los enfrentamientos con los maestros de
su tiempo, Jesús enseñaba a las gentes el verdadero
significado de la piedad que Dios deseaba. La enseñanza
más particular a los discípulos se producía
continuamente. El Señor no dudaba en aclarar cuantas
dudas pudiera haber en el entendimiento de las
enseñanzas. Así la aclaración a la ilustración de lo que
contamina al hombre.
La situación abrumadora de contradicción y conflicto
generada con los religiosos de entonces, conduce a Jesús
a un ministerio en las regiones del área de Decapolis,
la zona Siro-fenicia, y la Galilea, al este del Mar. En
el recorrido por las ciudades Jesús muestra siempre su
gracia admirable y la compasión profunda por los
necesitados, con la sanidad de la hija de la sirofenicia,
se abre esta parte del ministerio de Jesús.
La división del pasaje
para el estudio se establece de este modo: Las
tradiciones de los fariseos (vv. 1-23), en la que se
detalla la pregunta de los fariseos (vv. 1-5); la
respuesta de Jesús (vv. 6-13); y la enseñanza a las
gentes como consecuencia de la pregunta y de la
respuesta (vv. 14-23). El problema de la mujer
sirofenicia (vv. 24-30) y la sanidad de un sordomudo (vv.
31-37), cierran el capítulo.